– Son altamente resistentes, capaces de igualar a sus contrapartes en metal, salvo los casos que requieran manejo de líquidos a temperaturas extremas (arriba de 60 grados, la capacidad en plástico.)
– Su adaptabilidad, para personalizarse según el proceso (válvulas de acceso, respiradores.)
– La ventaja de poder dejar el plástico al natural permite ver el interior, para monitorear a simple vista el nivel del contenido.
– El material polietileno de los tanques no es corrosivo, por lo que no contaminaría el producto con fibrosidades de plástico y puede soportar sustancias ácidas.
– Son ligeros, pesan una fracción de lo que un tanque de acero pesaría (en algunos casos toneladas), facilitando tanto su transporte e instalación, como la preparación del pedestal o cimentación para el lugar donde se instalará.
– Los principales fabricantes cumplen con las exigentes regulaciones de sanidad en los Estados Unidos, contando con la certificación de la NSF (National Sanitation Foundation)
Fuente: nationalpolyindustries.com.au